Una comunidad valiente y cariñosa, esa es Alto Tío Diego.
Una población que ha preservado con mucho orgullo las tradiciones, enseñanzas y herencias culturales y artísticas de su familia y amigos.
Bajo coloridas máscaras de madera común, se preserva un legado invaluable, sin precios alguno.
Su organización es impecable, resulta totalmente admirable que sean solamente ellos sin intervención de autoridades gubernamentales, quienes organizan estos festejos que marchan dignos y relucientes en sus calles de piedra que, aunque no lo crean, también fabricaron ellos.
Tal vez por eso se respira un lugar apacible, un lugar protegido por el esfuerzo que han dejado las manos y el sudor de sus padres, abuelos y ahora delegan a las nuevas generaciones que admirablemente aceptan, celebran y participan.
Cada casa se rodea de verdes plantas y flores caprichosas, los altares a la virgencita del Tepeyac son simplemente imponentes, nichos que guardan el calor de miles de oraciones.
Tal vez por eso todos ellos reflejan una protección especial, una ingenuidad que no había visto desde que era niña.
¡Gracias a Dios por este hermoso lugar!
Un refugio donde la tecnología existe, pero jamás le ganará a una buena zapateada, un fandango jarocho y la banda tocando a los pies de la iglesia.
Gracias mi gente linda de Alto Tío Diego; me llevo el delicioso sazón de cada casa a la que fui cordialmente invitada a comer, me llevo el dulce sabor en el paladar del pan dulce hecho el horno de leña.
Gracias a todos lo que hicieron posible esta experiencia de la que me siento orgullosa y de la que compartiremos en todo el mundo esperando que nuestros paisanos, recuerden y no olviden que aquí está su México querido, su Veracruz esperándolos con los brazos abiertos.
¡HASTA PRONTO!
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