lunes, 11 de marzo de 2019

Desde la manzana de la golosa Eva por: María Elena Fisher


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El Día de la Mujer se conmemoró el pasado viernes 8, tras largos años de lucha informal hasta que la ONU internacionalizó la fecha; paradójicamente estos creativos señores y una minoría de señoras han olvidado fijar, desde 1975, un Día Internacional del Hombre (por cuestiones de equidad) pues también murieron 29 trabajadores, tan quemados como las 129 mujeres que laboraban en condiciones insanas y a puerta cerrada. Veo que ahora se utiliza la fecha para exponer necesidades “de género”, aunque los caballeros también tienen derechos... y obligaciones, como nosotras.

Por supuesto que la agenda de las mujeres es distinta pero no distante a la de los hombres: Violencia física, verbal, psicológica, obstétrica, simbólica, mediática, económica, sexual, patrimonial, institucional o laboral; odio y desprecio no’más por ser mujer y una lista interminable de aspectos relacionados con la convivencia diaria que es necesario resolver, pero no por decreto, como se mal pretende, sino en sentido inverso y ascendente, partiendo de la raíz misma que los provoca: de la persona afectada, de cada familia, escuela, iglesia, comunidad, sociedad organizada y finalmente el poder, porque así no podrá el poder político hacerse el distraído, y porque los derechos fundamentales encuentran mejor eco si hay previa organización social sin paternalismos. Los logros tendrán más valor para nosotros, como bien sucedió con el movimiento racista en las décadas de 1960 y 70 en Estados Unidos.



*Acotación al margen: 50 años después el reverendo protestante afroamericano James Hart Stern se convirtió en líder de un grupo racista y neonazi, con el propósito de destruirlo desde adentro, cual moderno Caballo de Troya. Así se libran también las nuevas batallas por nuestros derechos.

Por eso, porque hombres y mujeres tenemos problemas comunes y distintos, la visión de género rigurosamente debería ser referida al género humano, al Homo Sapiens, a los seres pensantes, con sinapsis permanente, no a la relación hombre-mujer, tan influida por la cultura judeo-cristiana desde su origen y por culpa de una manzana de la golosa Eva. El odio, amor, perdón, venganza, ira, paciencia, envidia del ser humano requieren necesaria reflexión hasta que se produzca un cambio en nuestro interior, y ahí están los medios de información para escuchar y difundir análisis y propuestas, no lamentos.

Insisto: el enfoque de género (s) no resulta muy exacto para la actualidad (la Cumbre de la Mujer en Pekín fue en 1995 y ya llovió) hoy una perspectiva o visión de género humano parece más adecuada tras el reconocimiento de 31 identidades sexuales por la comisión de derechos humanos de Nueva York. Las puede conocer en https://www.actuall.com/familia/hombre-mujer-no-seas-anticuado-ahora-puedes-elegir-entre-31- y jurar que esas identidades son universales. Pero destinar un día para cada una de las 31 neoidentidades sociosexopsicológicas ¡sería de locos en Torre de Babel!

Simplificando: Hombres y mujeres necesitan poner en la mesa de las discusiones familiares, escolares, sociales y políticas los temas a resolver como seres humanos que tienen por característica la racionalidad, y tener al otro (a todas las identidades) como interlocutores. No vaya a resultar que cada uno de los 31 grupos hable y se escuche a sí mismo y continúen los monólogos en cada mesa de diálogo. Se trata de llegar a consensos. Un dato: la discriminación a mujeres impacta el PIB global en 7.5%, dice la OCDE.

Mujeres destacadas para conocer su esencia y aprender de ellas son: la activista Malala Yousafzai, la científica Marie Curie, Hedy Lamarr, precursora del GPS, Bluetooth y Wifi; o Valentina Tereshkova, primera mujer cosmonauta en 1963, para conocer si las mujeres tenían la misma resistencia física y mental que los hombres en el espacio o Amelia Earhart, pionera de la aviación, y al darle la vuelta al Mundo desapareció sin dejar rastro.

En esta lista entran Benazir Bhutto, que gobernó un país musulmán y murió asesinada por los talibanes; Dolores Ibárruri, poeta y política española que luchó por el proletariado; Virginia Woolf, importante escritora y pionera en hablar de feminismo, sexualidad, lesbianismo y patriarcado. Clara Campoamor que impulsó el sufragio femenino o Gertrude Elion, Nobel de medicina por trasplante de órganos.

Hombres destacados también los hay y en mayor número porque han tenido más oportunidades a través de los siglos; ellos serán tema de otra nota, sólo permítame decirle que ellos necesitan admiración, están resentidos ante el control familiar que ejerce la mujer, arrastran resentimientos desde la infancia, cuando les impedían llorar para ser fuertes, y ese resentimiento lo extrapolan a la esposa, la hija, la compañera de trabajo, o las esposas de sus amigos, y peor reaccionan cuando toman conciencia de que son manipulados a través de los hijos y hasta mediante el sexo, etcétera y muchos etcéteras.

O sea que los hombres también lloran.

Por eso el día de la mujer no puede concebirse sin el día del hombre que tiene también necesidades, como las afectivas que han sido reprimidas. Si ponemos a cada uno en su muro de lamentaciones, retroalimentándose de lo mismo, no se puede llegar a consensos y evolucionar hacia el respeto mutuo que nace de muy adentro, con equidad, igualdad y solidaridad en cada familia y en cada grupo.

A propósito: Se ha preguntado usted ¿por qué las sociedades cada día se fraccionan más? ¿A quién(es) beneficia esto? ¿Por qué la principal enemiga de una mujer es otra mujer? o ¿Por qué los hombres platican de futbol y ya son amigos?

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