¡La hora de la verdad!
Gaudencio García Rivera
Sometido por las pandemias de la corrupción, inseguridad pública, narcotráfico y el populismo, la sociedad civil veracruzana decidirá su destino y rumbo este domingo 4 de junio en la renovación de los 212 ayuntamientos del estado que marcará un nuevo paradigma en la historia política electoral de Veracruz.
La entidad veracruzana ha sido en los últimos regímenes botín singular de los bucaneros de la política que, en la derrota del viejo PRI en los comicios del 5 de junio del 2016 fue expulsado del gobierno de Veracruz, no escapa el nuevo bienio estatal de transición a los mismos vicios que condena y que lo llevaron a la cresta del poder público. Su oquedad los delata.
Será un paradigma porque los votantes –un universo de 5 millones 700 mil electores en número cerrado, del listado nominal- tendrán la oportunidad de oro de ratificar su confianza o rechazo a la coalición PAN-PRD que contiende, por primera vez con el albiazul, en las 212 alcaldías, bajo un catálogo de promesas incumplidas del gobierno del “Cambio”, entre ellas la seguridad pública, corrupción, desempleo y el bienestar social.
O de lo contrario, los electores podrían retomar el camino de sus antiguos gobernantes de la coalición PRI-PVEM, que en el pasado inmediato y por sí sólo han empobrecido a las clases marginadas y oprimidas condenándolas a vivir en la extrema pobreza, como estampa del coloniaje opresor. Y la
otra opción, que de alguna manera se ajusta a la quimera profética del lado del populismo de la izquierda que representa Morena, una de las fuerzas políticas que irrumpió el escenario electoral local el 5 de junio de 2016 con claroscuros, convirtiéndose en una alternativa de contrapeso a las coaliciones de derecha centro PAN-PRD y PRI-PVEM, pero que no representan la panacea para el electorado veracruzano.
Veracruz vive un doloroso trance del saqueo y corrupción de las arcas del erario estatal que provocaron con énfasis los tres últimos gobiernos priistas -1998 al 2016-, que aún no se ha restituido el quebranto patrimonial millonario ni se ha hecho justicia para llevar a los exgobernadores en turno a prisión, la renovación de los 212 munícipes es oxígeno puro para expulsar a las ínsulas del poder, cacicazgos y oligarquías que por décadas han sido cobijados en siglas partidistas que han sido un oprobio para los electores.
Acabamos de pasar una reciente elección -5 de junio de 2016-, donde la oposición en ese entonces de la coalición PAN-PRD ofreció el oro y el moro para echar del paraíso terrenal al imbatible y octogenario PRI de la gubernatura de Veracruz, pero a seis meses del ungimiento del gobernador MAYL los resultados son catastróficos en materia de seguridad pública, justicia, vivienda, empleo, comunicaciones y morales.
El gobernador en turno, Miguel Ángel Yunes Linares, como era natural se ha convertido en el verdugo de la clase política opuesta al PAN-PRD, pero se ha llevado en sus embestidas a la vapuleada sociedad civil sin deberla ni temerla por el sólo hecho de mantener una relación institucional con sus predecesores. Está pagando justo por pecador, sin que
autoridad alguna emita un fallo sobre esta objetividad oprobiosa.
Aunque en sus ímpetus revanchistas y triunfalistas ha quedado a deber porque el gobierno no ha podido expulsar de Veracruz el crimen organizado, que mantiene en jaque a la entidad desde el Pánuco hasta el Tonalá. A esto hay que agregarle que el recipiendario del poder público se ha desbocado en su retórica en todos los rubros de la administración estatal, cuando estamos en plena veda electoral para los servidores públicos, ante la pasividad, timoratez y complicidad aviesa del árbitro electoral.
La grave inseguridad pública, pobreza, el despido masivo de trabajadores al servicio del Poder Ejecutivo del estado, el acoso a la clase laboral en los tres poderes del estado, la incorporación de una élite foránea a la administración pública, pactos con algunos integrantes del exgobierno duartista para cristalizar sus proyectos de ley en la LXIV Legislatura local, la falta de pagos a los proveedores en general, serán el reclamo mediático de los electores a la hora de emitir su voto para renovar los 212 ayuntamientos del estado.
La rijosidad y el sometimiento de los poderes Legislativo y Judicial, a los que prometió en campaña electoral respetar su autonomía e independencia quedaron en la anécdota política, porque acabó caricaturizándolos como lo hicieron sus predecesores a lo que tanto recriminó. Este es el sello cleptócrata del bienio.
Y a este epílogo sombrío, hay que sumarle que el Dios Tláloc amenaza con regalarnos una tupida lluvia en las zonas montañosas y urbanas de la entidad, más la apatía y el hartazgo social. Será, sin duda, este domingo una elección de nuevos paradigmas. Comentarios a gau41@hotmail.com
Gaudencio García Rivera
Sometido por las pandemias de la corrupción, inseguridad pública, narcotráfico y el populismo, la sociedad civil veracruzana decidirá su destino y rumbo este domingo 4 de junio en la renovación de los 212 ayuntamientos del estado que marcará un nuevo paradigma en la historia política electoral de Veracruz.
La entidad veracruzana ha sido en los últimos regímenes botín singular de los bucaneros de la política que, en la derrota del viejo PRI en los comicios del 5 de junio del 2016 fue expulsado del gobierno de Veracruz, no escapa el nuevo bienio estatal de transición a los mismos vicios que condena y que lo llevaron a la cresta del poder público. Su oquedad los delata.
Será un paradigma porque los votantes –un universo de 5 millones 700 mil electores en número cerrado, del listado nominal- tendrán la oportunidad de oro de ratificar su confianza o rechazo a la coalición PAN-PRD que contiende, por primera vez con el albiazul, en las 212 alcaldías, bajo un catálogo de promesas incumplidas del gobierno del “Cambio”, entre ellas la seguridad pública, corrupción, desempleo y el bienestar social.
O de lo contrario, los electores podrían retomar el camino de sus antiguos gobernantes de la coalición PRI-PVEM, que en el pasado inmediato y por sí sólo han empobrecido a las clases marginadas y oprimidas condenándolas a vivir en la extrema pobreza, como estampa del coloniaje opresor. Y la
otra opción, que de alguna manera se ajusta a la quimera profética del lado del populismo de la izquierda que representa Morena, una de las fuerzas políticas que irrumpió el escenario electoral local el 5 de junio de 2016 con claroscuros, convirtiéndose en una alternativa de contrapeso a las coaliciones de derecha centro PAN-PRD y PRI-PVEM, pero que no representan la panacea para el electorado veracruzano.
Veracruz vive un doloroso trance del saqueo y corrupción de las arcas del erario estatal que provocaron con énfasis los tres últimos gobiernos priistas -1998 al 2016-, que aún no se ha restituido el quebranto patrimonial millonario ni se ha hecho justicia para llevar a los exgobernadores en turno a prisión, la renovación de los 212 munícipes es oxígeno puro para expulsar a las ínsulas del poder, cacicazgos y oligarquías que por décadas han sido cobijados en siglas partidistas que han sido un oprobio para los electores.
Acabamos de pasar una reciente elección -5 de junio de 2016-, donde la oposición en ese entonces de la coalición PAN-PRD ofreció el oro y el moro para echar del paraíso terrenal al imbatible y octogenario PRI de la gubernatura de Veracruz, pero a seis meses del ungimiento del gobernador MAYL los resultados son catastróficos en materia de seguridad pública, justicia, vivienda, empleo, comunicaciones y morales.
El gobernador en turno, Miguel Ángel Yunes Linares, como era natural se ha convertido en el verdugo de la clase política opuesta al PAN-PRD, pero se ha llevado en sus embestidas a la vapuleada sociedad civil sin deberla ni temerla por el sólo hecho de mantener una relación institucional con sus predecesores. Está pagando justo por pecador, sin que
autoridad alguna emita un fallo sobre esta objetividad oprobiosa.
Aunque en sus ímpetus revanchistas y triunfalistas ha quedado a deber porque el gobierno no ha podido expulsar de Veracruz el crimen organizado, que mantiene en jaque a la entidad desde el Pánuco hasta el Tonalá. A esto hay que agregarle que el recipiendario del poder público se ha desbocado en su retórica en todos los rubros de la administración estatal, cuando estamos en plena veda electoral para los servidores públicos, ante la pasividad, timoratez y complicidad aviesa del árbitro electoral.
La grave inseguridad pública, pobreza, el despido masivo de trabajadores al servicio del Poder Ejecutivo del estado, el acoso a la clase laboral en los tres poderes del estado, la incorporación de una élite foránea a la administración pública, pactos con algunos integrantes del exgobierno duartista para cristalizar sus proyectos de ley en la LXIV Legislatura local, la falta de pagos a los proveedores en general, serán el reclamo mediático de los electores a la hora de emitir su voto para renovar los 212 ayuntamientos del estado.
La rijosidad y el sometimiento de los poderes Legislativo y Judicial, a los que prometió en campaña electoral respetar su autonomía e independencia quedaron en la anécdota política, porque acabó caricaturizándolos como lo hicieron sus predecesores a lo que tanto recriminó. Este es el sello cleptócrata del bienio.
Y a este epílogo sombrío, hay que sumarle que el Dios Tláloc amenaza con regalarnos una tupida lluvia en las zonas montañosas y urbanas de la entidad, más la apatía y el hartazgo social. Será, sin duda, este domingo una elección de nuevos paradigmas. Comentarios a gau41@hotmail.com
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