miércoles, 25 de abril de 2018

Antropólogos pugnan por reconocer lazo emocional con entrevistados


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Natalia De Marinis, investigadora del CIESAS-Golfo, participó en el Seminario permanente interinstitucional coordinado por el INAH y el IIHS-UV
Las próximas sesiones del seminario serán: jueves 14 de junio, jueves 16 de agosto, jueves 11 de octubre y lunes 3 de diciembre

25/04/18, Xalapa, Ver.- Al realizar trabajo de campo en las comunidades, los antropólogos establecen lazos afectivos con sus entrevistados y ello incide en la necesidad de reflexionar sobre la postura ética de los investigadores, así como en el papel de víctimas que narran en sus trabajos, planteó Natalia De Marinis, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)-Golfo, en el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV).



Durante la conferencia “Antropología colaborativa en contextos de violencia: testimonios y comunidades político-afectivas”, refirió su experiencia con grupos indígenas triquis de Oaxaca, en particular mujeres y posteriormente familias enteras que fueron desplazadas de su comunidad de origen.

El evento tuvo lugar el jueves 19 de abril en el Auditorio “Gonzalo Aguirre Beltrán” del IIH-S como acto inaugural del seminario que conjunta a investigadores del Doctorado en Historia y Estudios Regionales (DHER) del IIH-S, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Universidad Iberoamericana (UIA) y Odile Hoffman, del Instituto para el Desarrollo de Francia, los próximos jueves 14 de junio, jueves 16 de agosto, jueves 11 de octubre y lunes 3 de diciembre.

La investigadora señaló que desde hace un par de décadas, antropólogos de Sudamérica –particularmente en Colombia– han propuesto la noción de “antropólogo ciudadano”, que permite una recuperación personal y colectiva, generada a partir de los testimonios de los sujetos y los trabajos de memoria de los investigadores.

“Todos estos trabajos tienen que ver con un lazo emocional que se crea entre quien llega a trabajar a las comunidades y entre los propios sujetos”.

Existe un debate actual sobre los trabajos de memoria que se basan en el trabajo de campo, cuando pasan mucho tiempo en las comunidades.

En su caso, a partir de la recolección de los testimonios de las mujeres indígenas, éste se relacionó además con “un rompimiento simbólico que posee una carga y estigmatización muy fuerte que vivían ellas en los espacios de justicia oficial; es decir, aquellas miradas más racionalizadas sobre la violencia que los presentaban como culpables y herederos de su propia situación de violencia”.

Por el contrario, con esta experiencia “les fue posible reconstruirse y su testimonio servía, de alguna manera, como un espacio narrativo que les permitía romper con ciertos estigmas que forman parte de sus vidas”.

De Marinis consideró como una cuestión fundamental el observar cómo “todos estos escenarios se vuelven un espacio muy fértil para toda una industria extractivista del trauma y del sufrimiento humano”.

Hay numerosas críticas que se manifiestan dentro de la antropología que observan cómo en tales espacios los sujetos se ven obligados a ubicarse como víctimas, que sufren y están en cualquier posibilidad de urgencia.

“No sólo eso, en estos mismos espacios se generan jerarquías morales entre quien tiene que hablar, sí o sí, sobre el sufrimiento para ser considerado una víctima y quien está en el lugar y lo escucha, casi siempre un sujeto blanco”, observó la antropóloga.

Como conclusión sostuvo que tales críticas son relativas a las limitaciones que enfrentan los antropólogos e investigadores sociales en general al momento de encontrarse en dichas situaciones, y se debe reflexionar: “en cómo enfrentar, cómo problematizamos la situación de la víctima desde la visión de los otros”.

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