Por Gina Domínguez
El Juego que todos jugamos
En todas partes se repite que los sistemas de partidos políticos están acabados y que la democracia representativa pasa por sus peores momentos. Hace ya tiempo que los candidatos se convirtieron en mercancías (gana la que mejor se anuncia) y las ofertas políticas se basan en la destrucción del adversario y en el aprovechamiento del enojo y la frustración social.
Las elecciones del año pasado son la mejor prueba: La decisión de los veracruzanos de castigar al PRI y elegir a un gobernante cuya principal oferta de campaña fue castigar los actos de corrupción del anterior gobierno, dando paso no sólo a una nueva configuración política en el estado sino desatando el pánico político entre la clase derrotada.
La madrugada del 6 de junio, el círculo íntimo de Javier Duarte y Karime Macías fue citado a cónclave, Alberto Silva, Erick Lagos, Arturo Bermúdez y Luis Ángel Bravo acudieron presurosos a la cita; el encuentro tuvo como ejes de la conversación dos tópicos: endilgar culpas a los ausentes en particular al candidato derrotado “yo no perdí, perdió Héctor Yunes” (el estribillo que repetiría el Gobernador por días), y encontrar la manera de salvar el cuello ante la llegada del enemigo mortal del régimen.
Muchas fueron las propuestas, unas lógicas y maduras, otras locas y atrevidas, ninguna cuajó.
Fiel a su estilo, Duarte decidió hacer lo que quiso, sin escuchar consejos buenos, malos o peores, y sólo Karime Macías consiguió mantener su avasalladora influencia.
En el mes de agosto del año pasado, ya con la crisis política encima, Javier Duarte, y su familia acompañados de la hermana de Karime y su esposo decidieron ir a Houston, a revisar y amueblar sus casas en Woodlands, en preparación a su salida del país al término del gobierno; para despistar a su sucesor, volaron en avión privado a la frontera y cruzaron por carretera al vecino país.
Cuán grande sería la sorpresa del entonces gobernador que los agentes migratorios norteamericanos les impidieron el paso, y además les confiscaron las visas a ambas familias.
Ahí supo Javier Duarte que era el principio de un final que nunca anticipó.
A su retorno a Xalapa, dijo a uno de sus íntimos: “… se nos está acabando el oxígeno”.
A partir de ahí, tomó una drástica decisión, cerró todos sus contactos con el exterior, limitó al mínimo su círculo de confianza, sólo tenían acceso a él, Karime, la familia de ella, sus abogados, Flavino Ríos, los operadores de la Secretaría de Finanzas, Alberto Silva y Erick Lagos.
Abandonó la Casa Veracruz y se trasladó a vivir a una residencia en el Club de Golf de donde escapó cuando se percató que el famoso acuerdo para que dejara la gubernatura y se enfrentara a Miguel Ángel Yunes – con el respaldo del gobierno federal- había sido una tomadura de pelo para dejarlo sin fuero y poder actuar legalmente en su contra.
Con la asunción del poder de Miguel Ángel Yunes Linares, se puso de moda el juego de la habitación del pánico; con fama bien ganada de ser implacable contra sus enemigos y alentado por un justo reclamo social el nuevo mandatario se convirtió en el actor principal de este distractor del terror: sabe jugarlo, disfruta hacerlo y siempre ha sido su principal arma política.
Todos los que trabajaron en puestos de responsabilidad con Javier Duarte tenían miedo, todos eran mencionados en columnas, en redes sociales, infamados, despreciados, linchados.
Con razón o sin ella todos fueron señalados, y lamentablemente, este juicio se extendió a personas que nada tuvieron que ver con los entramados de la corrupción ampliamente documentados.
Pero precisamente de eso se trataba y se trata este juego: que nadie duerma tranquilo, ni siquiera puedan conciliarlo aquellos que nada tuvieron que ver con los grandes negocios que se hicieron al amparo del poder.
“Ni perdón ni olvido” fue la consigna de guerra expresada el día de la toma de posesión del gobernador Yunes Linares y en ese momento no hubo ciudadano veracruzano que no aplaudiera ese lema.
Lo cierto es que los veracruzanos demandan justicia, pero también claman por recuperar la seguridad, la confianza en las instituciones, y la prosperidad siempre prometida y nunca alcanzada.
En medio de esta compleja maraña, sin red de protección, abandonados por el Gobierno Federal y sabidos de sus graves conductas, los integrantes del equipo íntimo de Javier Duarte beneficiarios directos de su poder sin límites, luchan salvajemente por evadir sus responsabilidades políticas y las penurias legales que les persiguen.
Es evidente que el equipo élite de Javier Duarte trata de protegerse a como dé lugar, sin importar a quién se atropellan o involucran.
Corren un mar de historias ciertas o falsas de acuerdos en lo oscurito y también de que su estrategia considera meter a todos los que se pueda en el juego de la habitación del pánico, todo sea por evitar que miren hacia ellos.
El equipo logró fuero federal o estatal pero hoy más que nunca, los que sí cometieron pecados se saben en riesgo y buscan blindarse.
Tarek Abdala, ex tesorero que hoy enfrenta una solicitud de juicio de desafuero, que por cierto es el único que ha enfrentado por las vías institucionales conducentes los señalamientos en su contra. Este jueves la Comisión Instructora de la Cámara de Diputados definirá su futuro.
Alberto Silva Ramos, uno de los más cercanos operadores de Javier Duarte y hombre de todas las confianzas de Karime Macías.
Edgar Spinoso, de fama antigua desde los tiempos de Fidel Herrera, político habilidoso que ha salido de muchas tempestades y quien se alejó política y personalmente de Duarte cuando éste lo despidió de manera deshonrosa a mediados del 2014.
Adolfo Mota, político de mucho kilometraje a pesar de su edad, cercano y protegido de Emilio Gamboa, y quien pasó a ser integrante del grupo de élite de Javier Duarte en los tres años finales de su gobierno, sin llegar a ser de los favoritos de la pareja gobernante.
Y Noemí Guzmán, mencionada también pero que en realidad nunca fue cercana a Javier Duarte, pero que se ha visto involucrada por la supuesta operación de empresas fantasmas en la Secretaría de Protección Civil cuando ella era la titular. Una política prudente y cuidadosa, que según versiones de gente cercana a ella, no tiene problema alguno en la operación de recursos que tuvo bajo su tutela.
Llama la atención que poco o nada se dice de los mayores operadores políticos de Javier Duarte: Erick Lagos y Jorge Carvallo.
La aprehensión de Javier Duarte ha activado con toda fuerza las alarmas en el grupo compacto del ex gobernador. Saben bien que las aguas se moverán y sus nombres se mencionarán de manera constante en los días por venir.
El otro poderoso e intocable clan de Javier Duarte lucha por sobrevivir al holocausto, y busca agazaparse a la espera de que se abra una rendija para colarse de nuevo en Veracruz.
En tanto el Gobernador Yunes sigue en sus temas, tejiendo acuerdos nacionales que reditúen en beneficio de sus proyectos; sabe bien lo que está en juego, la elección de junio venidero moverá las fichas del ajedrez político en todos los niveles, y no está dispuesto a abandonar la arena política ahora que ha regresado a las ligas mayores.
El Cisne, nada personal
No es nada personal, me dicen quien conoce el particular estilo de operar políticamente de Alberto Silva Ramos. “Si él hubiese sido secretario de Gobierno, atacaría a Buganza y hasta a Erick, en aras de salvar su pellejo”.
Desde el primer día de su arribo a Comunicación Social, Alberto Silva se dio a la tarea de desacreditar mi gestión, utilizó todos los medios a su alcance para ello. Me responsabilizó de decenas de agravios –a cual más falsos— a muchos medios de comunicación y a muchos comunicadores respetables.
Cuando lo confronté, en numerosas ocasiones, siempre lo negaba: “Jamás, amiga, jamás. Soy un caballero.” Somos amigos, somos compañeros de trabajo y ambos servimos a Javier”, me decía una y otra vez, negando su participación en las decenas de ataques que se enderezaban en mi contra.
Hoy entiendo sus razones.
No es personal, se trata de salvar su pellejo, diría su amigo.
El Cisne como le gusta le llamen, suele utilizar a algunos medios para generar desprestigios y para distraer la atención. Todos los que lo conocen saben que a eso se ha dedicado en los últimos 20 años y que así ha logrado construir su “reputación”.
Endereza campañas contra enemigos –adversarios que casi siempre sólo están en su imaginación— y crea realidades alternas para ocultar sus pecados y evadir sus responsabilidades.
El diputado federal enfrenta una complicada circunstancia legal debido a la detención de Javier Duarte, y opera en consecuencia, como siempre lo ha hecho, lanza la piedra y esconde la mano.
Muchos me advirtieron sobre el comportamiento político de Alberto Silva. El propio Gobernador Duarte lo mencionó en varias ocasiones como el “amo de la perversidad”.
Me aseguran que la reportera Claudia Guerrero Martínez “opera” aquí en Xalapa los temas que conciernen e interesan a Silva.
Ha propinado con dos o tres golpecillos intrascendentes al propio Cisne con la intención de disfrazar lo que es evidente desde hace más de tres años: golpear e infamar a todos aquellos que representamos un interés para el ex vocero.
Me aseguran que amparada en una supuesta amistad con el Fiscal General del Estado, la señora Guerrero presiona para que se actué legalmente contra aquellos que son (o mejor dicho, somos) incómodos a Silva Ramos.
Pero los extremos se juntan y aunque parezca increíble, Beto Silva quien fuera el primer denostador y operador de la campaña en contra de Miguel Ángel Yunes Linares, hoy intenta engañar al Gobierno del Estado para evitar que su gestión al frente de Comunicación Social sean revisadas y se precise si es cierto o falso –como ha sido documentado periodísticamente en Animal Político y Eje Central- que gestionó pagos a las llamadas empresas fantasma por casi 500 millones de pesos de agosto a diciembre del 2014.
Y hablando del portal Animal Político, este lunes publica un reportaje del periodista Israel Roldán sobre supuestos pagos y operaciones que se habrían realizado durante mi gestión en Comunicación Social.
Los datos no son verídicos.
La información está sacada de contexto, las fechas no corresponden y para colmo se incluye en el reportaje a personas absolutamente ajenas.
Como siempre he dicho, de frente y sin ocultarme ni refugiarme en nadie, quienes tuvimos una responsabilidad pública estamos obligados a rendir cuentas, y por supuesto las autoridades competentes determinarán si hubo o no conductas ilícitas y de haberlas, hacer comparecer a los presuntos responsables.
Yo estoy a la disposición de ellas y no tendré dificultad alguna para acreditar que nunca me separé de la ley.
He guardado silencio durante casi tres años pero constato de nuevo que la perversión y ahora su miedo, no tienen límites.
El rumor… Hay quienes dicen que el equipo élite se trasladó en días recientes a Guatemala para hacerle una visita al ex gobernador Duarte y establecer una nueva estrategia política y reafirmar su lealtad. Suena loco, pero ya nade debe sorprendernos.
El tema de mañana: Morena y su pacto con Duarte.
Nos seguiremos leyendo.
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